Mi primera "Hora del Planeta"

Gracias a que hoy (*) se realizaba "La hora del Planeta", el mayor movimiento mundial en pro de la defensa del medio ambiente, en mi casa se alteró la rutina. Sucede que junto a Sarah -aunque ella de manera más radical, mucho más radical que yo- enseñamos a nuestros hijos sobre la importancia del cuidado de nuestro planeta: no contaminar, no ensuciar, no malgastar energía ni agua y otras hierbas por el estilo.
Yo tuve suerte de que la película que estaba viendo terminara justo antes de "La hora del planeta", que en Argentina fue de 20:30 a 21:30, pero Ivan -mi hijo- se acababa de enganchar con una.
-Apagá el TV, Iván -dijo Sarah. Ya te dije que a esta hora apagábamos todo.
-Ya va, mamá -contestó Iván.
Error. Así como suena un trueno en tormenta de verano se la escuchó a Sarah:
-APAGÁ YAAAA.
No solo el TV apagó, sino que fue instantánea la oscuridad en toda la casa. Arturito -el benjamín de la familia- se asustó, así que para que se tranquilizara le dije con mi habitual humor "vamos afuera a ver cuán oscuro está". Claro que había obviado lo serio que era para Sarah este "aporte" que estaba haciendo la familia al planeta y estoy seguro que me clavó una mirada fulminante, eléctrica diría, que no vi, porque estábamos a oscuras, pero que sí alcancé a percibir.
Quince segundos estuvimos con Arturito en la vereda. Miró para un lado, para el otro y luego de notar -igual que yo- que en la cuadra estaban prendidos "tooodooooos looos foooocoooos", me preguntó:
-Papá, ¿que nos cortaron la luz porque no pagaste?
Su ocurrencia avivó mi habitual humor y entramos. Entonces le dije a Sarah, en broma: -Afuera parece Las Vegas.
En ese preciso instante, en medio de una total oscuridad, oímos un estruendoso ruido de sartén. Todos preguntamos qué había pasado, hasta Grisel -mi otra pollita-, que salía de bañarse.
-Nada -dijo Sarah-, se me cayo la sartén.
Me pareció medio extraño, porque yo sentí que rebotó en tres paredes antes de quedar girando como moneda en el piso. Lo más extraño es que el primer rebote lo sentí en la pared que estaba a mis espaldas.
Grisel, recién salida de bañarse, quería luz para buscar su ropa. Primera excepción, prender por unos segundos la luz de un dormitorio. Luego, la del otro dormitorio; después, la de la cocina, y así llegué a contar 22 excepciones, verdaderos flashazos. Si mis cuentas son correctas, hasta ese momento "La Hora del Planeta" ya me había quitado 66 horas de vida a mis focos de bajo consumo.
Otra vez la voz de Sarah, esta vez como trueno de tormenta de verano, pero de tormenta violenta encima de la cabeza de uno en el cerro San Javier:
-¡BAASTAAAÁ! 
Iván, muy atento, buscó la linterna. Obviamente, el más entusiasmado por usarla era Arturito. Lo que menos hacía era ayudar a buscar lo que necesitaba Grisel y terminó saliendo al fondo a buscar sus mascotas. Quería cerciorarse que las mascotas no se asusten por el "corte de luz": Batman y Robin, dos tortugos; Lola y Canela, dos gatas siamesas; Pio Pio, Clay y Play, un pollo y dos gallinas; la Flopy, una perrita "marca" chola, el caracol grande. Como era de esperar, hasta que le advirtió a las hormigas, se agotaron las pilas. "La Hora del Planeta" me estaba llevando, también, dos pilas alcalinas.
Entonces, Sarah llamó a los chicos a la cocina:
-Vengan para aquí, que tengo un paquete de velas.
Iván no quería ir, porque estaba molesto por no poder ver la película. Así que Sarah, comprensiva, insistió y les dijo que iba a contarles por qué era importante sumarnos a esa "Hora". Yo oía la conversación desde la pieza, recostado para aliviar un molesto dolor de espalda.
Básicamente, les explicó que este gesto es muy importante, porque si nosotros apagamos las luces de nuestra casa y otros cientos de miles hacen los mismo en el mundo, entre todos damos el mensaje de que es posible cambiar, que es preciso cuidar nuestro mundo, porque queremos asegurar un planeta sustentable para las generaciones por venir.
-Yo quiero que ustedes entiendan lo importante que es este tema y que lo tengan presente siempre, aunque enseguida prendamos las luces otra vez -les dijo.
En eso, Arturito reflexionó:
-¡Ahhh! ¡Entonces, el papá se fue a pagar la luz! ¿Verdad?
Todos nos reímos. Entonces, aproveché para huir de los mosquitos mosqueteros que pululan por mi hogar y me senté junto a ellos para conversar acerca de lo sustentable, de la energía, de la ecología, del reciclado y otras cosillas relacionadas.
Un momento antes de encender la luz, Sarah renegaba de lo poco que duraban las velas.
-¡¡¡Vela de porquería... rápida y de mecha corta!!! 
Aclaro al lector desprevenido que renegaba de las velas.
Y sí, porque hasta ese momento "La Hora del Planeta" también me estaba llevando un paquete de velas.
-Bueno, ahora sí: ¡A prender las luces! -dije. 
Y justo antes de prenderme en internet advertí que el mango de la sartén estaba clavado en la puerta. Para los lectores atentos, ahora se entiende por qué la sartén pudo girar en el piso como una moneda.
Resumiendo, en mi hogar "La Hora del Planeta" se llevó 66 horas de vida de mis focos bajo consumo, dos pilas, 4 velas y una sartén. Eso sí, estimo que el ahorro de electricidad rondó en los $ 2.50, exagerando.
Pero más allá de las cifras -de corazón lo digo, enamorado de mi familia lo digo-, tengo la íntima certeza de que esta, nuestra primera "Hora del Planeta", la van a recordar siempre. Yo no la olvidaré jamás.

PD: Gracias, Sarah... (por la mala puntería).
(*) (24/03/2013)

https://www.facebook.com/gaesba/posts/10200944451880353


No hay comentarios: